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El capitalismo financiero y la madre que lo parió

3 Jun

Cuando en 1944 se firmaron los acuerdos de Bretton Woods, abandonándose el patrón-oro en favor del patrón-dólar (esto es, fijando una paridad de 35 dólares la onza de oro, que luego se anularía), se estaban creando los cimientos de la nueva etapa del capitalismo: tras el capitalismo industrial de finales del siglo XIX y mediados del XX, surgía con fuerza el capitalismo financiero, en el cual toda la economía occidental bailaba al son del sistema financiero. El mundo dejó de rodar alrededor de las grandes corporaciones y progresivamente comenzaron a tomarse decisiones desde los grandes gigantes de las finanzas. El nacimiento de los primeros canales de difusión de información global a escala popular hizo el resto: la rapidez con la que corría la información fue creciendo exponencialmente desde principios de los años cincuenta hasta la actualidad, así como el volumen de información con la cual se contaba. El final de la Guerra Fría nos unió a todos los habitantes del planeta en el capitalismo financiero: de pronto todo el mundo dependíamos de todo el mundo a través de las redes financieras (salvo cuatro frikis aislados de la civilización). En la actualidad, en prácticamente todas las transacciones económicas que hacemos a diario hay una entidad financiera de por medio, salvo que vivas en Christiania plantando lechugas que cambias por zapatillas de esparto: te pagan el sueldo del banco, que sacas para pagar el café al del bar, que ingresa directamente su recaudación en el cajero; éste a su vez paga a sus proveedores semanalmente un recibo, los cuales a su vez pagan recibos, etc. Por no hablar de los préstamos, créditos y depósitos que en macro o micro todos tenemos: el saldo del móvil es un crédito bancario, la tarjeta del súper es un crédito bancario, la cuenta de fiado en el ultramarinos no deja de ser un crédito sin intereses que se sustenta gracias a que el tendero tiene efectivo en su libreta, etc.

Por tanto, en un sistema de capitalismo financiero, en el que, si en algo estoy de acuerdo con mucha gente, habrá que depurar responsabilidades, darle un sentido ético, orientarlo más a las personas y menos a la codicia, pedir que no se nos engañe nunca más y que se tomen las decisiones políticas oportunas de cara a los ciudadanos/usuarios/partes interesadas, y si hace falta, cambiarlo de abajo arriba:

– ¿Podemos «dejar caer» a un banco (o más), provocando una desconfianza en el sistema financiero, que haría que la gente volviera a acumular papeles (eso es el dinero actual) que sin la columna vertebral (el sistema) no valdrían nada?

-¿Podemos permitir que ciertas personas que tienen altavoz mediático (y no va por Martín Varsavsky, que ya rectificó su postura), incluso políticos en activo, por el mero hecho de hacer ruido, hagan DEMAGOGIA y POPULISMO, con la de cosas que se podría hacer con el dinero de rescate de un banco? ¿Saben cuántas cosas podríamos hacer con los sueldos de todos los diputados inútiles, o de todos los profesores de universidad incapaces, o de todos los periodistas lerdos que pueblan España? ¿Ven que barato es el populismo y enardecer a las masas? Eso ya lo hizo Julio César para cargarse la República Romana…

– Y por último: ¿podemos permitirnos que los que han estado en los Gobiernos que han colocado a los que debieran responsabilizarse por la solvencia de esas entidades y han puesto en peligro el corazón del capitalñlismo financiero,, que nos guste o no, es nuestro modo de vida actual, salgan impunes? por lo menos que den la cara y reconozcan que han obrado mal, que son culpables, que han politizado las cajas de ahorro, las cajas de todos. Miren, no quiero que vayan a la cárcel, pero que hagan acto de contricción y se acostumbren a que la gente les llame de todo por la calle, pues sí. Es un pago pequeño para el daño causado.

Y creo que como post cabreado, va bien. Buenas noches.